Siempre que las probabilidades parecen estar en contra del progreso humano -cuando el crecimiento económico se sigue proyectando débil, cuando demasiados países parecen destinados a envejecer antes de enriquecerse, cuando el cambio climático parece fuera de control-, vale la pena recordar la virtud distintiva de nuestra especie. El ingenio humano es la razón por la que las predicciones de una catástrofe global, que han proliferado a lo largo de nuestra historia, nunca se han materializado.
Fue el ingenio lo que desactivó la llamada «bomba demográfica», la amenaza de los años 1970 de que “cientos de millones de personas” morirían de hambre en la medida que el rápido crecimiento de la población agotara las reservas finitas de alimentos. En su lugar, las innovaciones agrícolas, como los cultivos de alto rendimiento y resistentes a las plagas, lograron que la producción global de alimentos creciera más rápido que la población en casi todos los rincones del mundo. Asimismo, fue el ingenio humano el que logró controlar enfermedades mortales -desde el VIH/SIDA hasta el COVID-19-. Si para mediados de este siglo se logra controlar el cambio climático, podemos apostar a que el ingenio humano habrá sido el factor principal.
Pero el progreso rara vez es fruto de un momento “eureka”. Por el contrario, el ingenio humano da sus frutos cuando los gobiernos, las empresas privadas y los individuos actúan de manera tal que sociedades enteras se benefician de forma constante a lo largo del tiempo. Estos resultados dependen de la existencia de condiciones propicias, cultivadas por una combinación adecuada de normas y prácticas. Al reconocer que el desarrollo económico sostenido suele reflejar el éxito empresarial de todo el sistema, en el Grupo Banco Mundial describimos estas condiciones como “el clima empresarial” o “el entorno favorable a la actividad empresarial”.
Sin embargo, durante demasiado tiempo, nos enfocamos más en lo que los gobiernos pueden hacer por el bien de las empresas que en lo que los gobiernos y las empresas pueden hacer, en conjunto, para el bien de todos. En consecuencia, en un primer paso crucial para corregir el desequilibrio, nuestro nuevo informe Business Ready apunta a crear un panel de control integral que, para 2026, le permita a cualquiera marcar los parámetros precisos que hacen falta para un desarrollo vibrante del sector privado en 180 economías. Mediante esta herramienta, los responsables de las políticas pueden empezar a crear las condiciones para reducir la pobreza, fomentar la prosperidad compartida y acelerar la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono.
El objetivo es alentar una competencia sana entre empresas y países, y desalentar “una carrera a la baja” (una de las consecuencias indeseadas de Doing Business, nuestro esfuerzo anterior para ayudar a los países a establecer las condiciones correctas para el desarrollo del sector privado). Nuestro nuevo marco analítico reconoce que un entorno empresarial saludable es mucho más que la “facilidad para hacer negocios”. Tiene en cuenta la posibilidad de que la reducción del “costo de hacer negocios” pueda aumentar involuntariamente los costos para la sociedad en general.
En consecuencia, Business Ready evalúa no solo la carga regulatoria que recae sobre las empresas -cuánto tiempo lleva iniciar una empresa, por ejemplo-, sino también la calidad de las regulaciones. ¿Las leyes laborales protegen a los trabajadores de un despido arbitrario? ¿Hacen, inadvertidamente, que las trabajadoras mujeres sean menos competitivas que los hombres y las desalienten de buscar trabajo?
Más allá de evaluar las normas y regulaciones que gobiernan a las empresas, Business Ready examina los servicios públicos necesarios para transformar intenciones en realidad. ¿Las empresas de servicios públicos suministran agua y electricidad confiables? ¿Los gobiernos les facilitan a las empresas el cumplimiento de sus obligaciones impositivas y de las salvaguardas ambientales y sociales?
El resultado es un conjunto de datos sumamente detallado que incluye casi 2.000 puntos de datos por economía. Ahora es posible conocer, por ejemplo, la frecuencia de los cortes de electricidad que sufren las empresas, cuánto tiempo lleva la declaración y el pago de impuestos o el costo promedio para resolver una disputa comercial. Dado que no existen datos comparables de esta calidad en otra parte, Business Ready es un bien público esencial. La información valiosa que ofrece les permitirá a las empresas tomar mejores decisiones respecto de dónde y cómo operan, instará a los gobiernos a adoptar mejores políticas aprendiendo unos de otros y ayudará a los investigadores en todas partes a sumarse al esfuerzo por conseguir un desarrollo adecuado del sector privado a nivel mundial.
Si bien la edición de este año cubre apenas 50 economías, la del año próximo incluirá 100, y nuestra cobertura en 2026 se ampliará a unas 180. Con cada iteración, refinaremos el diseño y los métodos del informe de manera que refleje las lecciones aprendidas. ¿Por qué no esperar a que los métodos se perfeccionen antes de publicar los datos? En pocas palabras, el mundo no cuenta con el lujo del tiempo -el desarrollo demorado es desarrollo negado- y obtener la opinión de los beneficiarios previstos de una evaluación es un elemento importante para que ésta sea correcta. En cualquier caso, en una economía global dinámica, la precisión siempre será un objetivo móvil.
Los datos y los métodos utilizados son más rigurosos y transparentes que los empleados en Doing Business. Consolidan los criterios de más de 2.500 expertos en clima empresarial, así como las respuestas de sondeos de más de 29.000 empresas. Son más exhaustivos que cualquier otra cosa que haya intentado hasta el momento una institución internacional, y son de valor inmediato para las 50 economías cubiertas. Asimismo, todos los datos recopilados para este informe hoy están a disposición pública y se pueden verificar en nuestro sitio web.
El análisis de los datos de este año conduce a dos observaciones generales. Primero, existe una brecha de implementación importante. Los países tienden a ser mejores a la hora de implementar regulaciones destinadas a mejorar el clima empresarial nacional que a la hora de proporcionar los servicios públicos necesarios para garantizar un progreso real. Afortunadamente, la brecha se achica cuando mejora la calidad de las regulaciones.
Segundo, si bien las economías más ricas tienden a estar más preparadas para los negocios, un país no necesita ser rico para crear un buen entorno empresarial. Entre las 50 economías evaluadas este año, varias economías en desarrollo están entre las primeras diez en varias categorías: Ruanda por sus servicios públicos y su eficiencia operativa; Colombia por su marco regulatorio y sus servicios públicos, y Georgia por su marco regulatorio y su eficiencia operativa.
Esto sugiere que el progreso es posible para la mayoría de los países, y que los gobiernos deberían incrementar sus esfuerzos para estar mejor preparados para los negocios. Pero no deberían hacerlo simplemente para presumir de su país o para perseguir la promesa incierta de un gran incremento de la inversión extranjera. Las recompensas son mucho más amplias. Cuando se las elige correctamente y se las secuencia cuidadosamente, las reformas empresariales pueden, al mismo tiempo, acelerar el crecimiento económico, impulsar la productividad y ayudar a reducir las emisiones de carbono. Establecer un clima empresarial de “Ricitos de Oro” creará las condiciones para que florezca el ingenio humano, y eso es exactamente lo que el mundo necesita en un momento de desaceleración del crecimiento, de aumento de la deuda y de aceleración del cambio climático.
Indermit Gill is Chief Economist and Senior Vice President for Development Economics at the World Bank.
Este artículo, publicado originalmente en Project Syndicate, se reproduce al amparo de lo establecido en la legislación nacional e internacional